Cuando veía la película de Aladin siempre me parecía que un sitio así estará demasiado lejano y exótico como para poder visitarlo algún día.
Lo que no podía imaginar es que a solo un par de horas en vuelo tenía un paraíso para los soñadores… Marruecos, un destino que por su belleza y por sus características ha sido elegido para rodar incontables películas…
Siendo sincero no me gusta volar, me gustan mucho más los transportes que van sobre la tierra, o incluso sobre el mar…. Aunque sé que es un miedo irracional ya que es el transporte más seguro si tomamos en cuenta la cantidad de accidentes que tiene (1 accidente cada 2,5 millones de vuelos) pero aun así cuando el avión pasa por alguna turbulencia y veo por las ventanas como las alas se mueven pareciendo que van a romperse en cualquier momento me da un frio en el estómago ¡tremendo!. En esta ocasión para volar a Marruecos esa sensación se multiplico, ya que, si tomamos en cuenta los vuelos de ida y de vuelta, cogí un total de ¡5 aviones! Así que o me acostumbro a ello o compro somnífero….
Una vez en marruecos nos recogió en el aeropuerto el que sería nuestro guía para ir al desierto…. Un Bereber muy amigable llamado Said, que se convertiría, más que en un guía en un amigo. (dejo link a su pag. web: www.sahara4x4.net)
La primera impresión que tienes de marruecos, sobre todo si llegas como yo de noche es que la cuidad es un caos, un inmenso caos, en las calles dentro de la medina hay miles de personas caminando por la carretera, miles de motos y bicicletas que al parecer no tienen el freno disponible y para terminar nosotros, montados en una camioneta 4×4 que parece que entre tanta moto y tanta persona no entrara por aquellas callejuelas o por las pequeñas puertas de la muralla.
A pesar de parecer imposible el habilidoso conductor se abre paso hasta llegar a las afueras del zoco, el mercado tradicional marroquí. y es aquí donde empieza la aventura, ya que el zoco es un verdadero laberinto, en el cual es muy fácil perderse, y sobre todo la primera vez que entras en el…
Afortunadamente, y demostrando una vez más la hospitalidad de los marroquíes Said hablo con una persona para que nos llevara por el laberinto sin perdernos hasta la Riad en la que pasaríamos la noche, (hago un pequeño paréntesis para confesar que sin la ayuda de aquel hombre hubiera pasado la noche durmiendo en la primera esquina que encontrara cómoda, porque me hubiera perdido en menos de lo que canta un gallo), y una vez dentro nos dieron la bienvenida con un sabroso te marroquí, que por cierto son los más sabrosos tés que he probado hasta la fecha.
La Riad en la que me quede esa noche se llama Arjan, y es una de las más económicas y mejor ubicadas de toda la medina, ya que está en pleno zoco y muy cerca de todo, de la plaza, de cafeterías, de puestos… cuesta unos 200 Dirjam (20€) la noche por habitación, lo que es sinceramente muy económico, y a pesar de esto, todos los espacios están muy limpios, las habitaciones son muy cómodas y tiene una hermosa terraza en la que podemos comer o simplemente tomar el té, mientras vemos de lejos la mezquita iluminada y los techos de la ciudad.
A la mañana siguiente es donde comienza la verdadera aventura, ya que tenemos por delante más de 450 km de carretera que nos separan del desierto del Sahara, y tenemos que llegar al desierto una hora antes del atardecer.
Por delante lo primero que cruzaremos es la cordillera del atlas, un macizo montañoso que “divide” el noroeste de áfrica, estando su pico más alto (con 4165 metros de altura) en marruecos, justo enfrente de la carretera que transitamos en la mañana. Siendo sincero es algo extraño e inesperado al llegar a marruecos (que en mi mente es arido y amarillento) y tener enfrente altas montañas verdes, con los picos nevados… fue una vista que me impresiono gratamente.
Para cruzarlas usamos el paso de Tizi-N-Tichka, que se encuentra a 2260 metros de altura, con los picos de las montañas a nuestra diestra y siniestra, fríos y nevados.
Dejando atrás un valle que nos separa del atlas nos adentramos en un nuevo puerto de montañas que tendríamos que cruzar, conocido como Anti-Atlas. Que es totalmente distinto a lo que acabábamos de cruzar hace solo unas horas… en este caso, el Anti-Atlas es árido, amarillo, y más parecido a lo que en mi mente era marruecos… también tiene un cierto parecido al Gran Cañon, de estados unidos (en pequeña escala claro está), ya que la erosión del viento y de la cantidad de ríos que bajan de estas montañas es época de lluvias han hecho que tengan un aspecto parecido.
Mas lejos de Marrakech y más cerca del desierto nos encontramos con el inmenso, (y cuando digo inmenso quiero decir: ¡¡INMENSO!!), Palmeral del Draá, y para que entiendas porque repito que es inmenso, este palmeral se extiende por nada más y nada menos que ¡200 kilómetros! Lo que es muy impresionante.
Llegando casi al final llegamos a la última ciudad de nuestro viaje, que es Zagora, la cuidad del viento, donde aprovechamos de comprar agua y un turbante que nos protegerá la boca y la cabeza del sol y del calor y que, además, quedaran bastante chulo en las fotos…
Ahí ya montamos en camellos que nos darán un paseo de unos 30 minutos hasta el campamento que está literalmente en el medio de la nada… nuevamente llevándome una sorpresa, ya que el campamento no solo cuenta con agua caliente, sino que en la carpa donde están los baños han instalado ¡piso de baldosas! Que hace mucho contraste con la arena que tienes fuera… (dejo link de pag web: http://www.campzagora.com)
En el campamento nos reciben con té de menta y cacahuetes, y después de una ducha Rachid, el cocinero nos tiene preparado la cena con comida típica de marruecos… en la noche nos reunimos frente a una fogata y nos cantan música típica de marruecos y Rachid me enseña a tocar el tambor…
La noche es insonora… puedes escuchar la nada… y la oscuridad prácticamente absoluta hace que el cielo nos muestre su verdadero rostro… lleno de estrellas. Esto sumado a que llevas muchas horas de viaje en coche hace que se duerma literalmente de “ipso facto” …
A la mañana siguiente la naturaleza nos da nuevamente un espectáculo con un nuevo amanecer, donde parece que el sol da vida a las dunas de arena dándoles su verdadero color dorado…
Una ves desayunamos, cogemos rumbo nuevamente a Marrakech… haciendo la última parada en Ouarzazate, conocida como la puerta al desierto, donde se han grabado conocidas películas, como Gladiador, Príncipe de Persia, Alibaba y los 40 ladrones, entre otras.
La cuidad esta toda echa de adobe y el color de los edificios se confunde con la montaña y el desierto… y una vez volvemos a recorrer 450km, esta vez en dirección opuesta damos llegado a Marrakech, ya entrada la noche, con su caos característico y su muchedumbre en movimiento.
Esta segunda noche decidimos alojarnos en la Riad Edward, para poder hacer las típicas fotos que ves en los blogs de viajes famosos, una Riad con una piscina en el medio de su patio central, que es más para decoración que para uso de los huéspedes, ya que justo al lado tiene el comedor, así que no creo que muchas personas se den un baño ahí… esta riad cuesta unos 500 Dirhams (50€) la noche por habitación, pero es considerablemente más grande que la riad Arjan…
Al día siguiente aprovechamos para visitar los sitios más emblemáticos de Marrakech, o al menos los que el tiempo me permitieron visitar… a lo largo del día visite el Zoco de artesanos, la Plaza Plaza Jema – Sfna y la mezquita Koutoubia, las Tumbas Saadies, el Palacio El Badi y por último el Palmeral de Marrakech. (Puedes ver mi opinion de los sitios leyendo las entradas de cada uno de los sitios en mi blog)
Mi percepción de marruecos, ahora que lo conozco, es que sin dudas es un lugar fantástico para visitar, siendo una cultura muy distinta a lo que podemos ver en Europa, o en América… lejana del clásico prototipo occidental, lejos de la publicidad invasiva que tenemos en nuestras ciudades… mucho más cerca del bullicio y del desorden… pero igual es desordenado para mi que estoy acostumbrado a las ciudades y mentes cuadriculadas que tenemos en Occidente… porque entre tanto «caos» no vi ninguna persona insultando a otra o ninguna riña en la calle, y los conductores en vez de insultarse los unos a los otros o pitar de forma desenfrenada se saludaban amablemente, como si todos se conocieran…
En definitiva, creo que la “civilización” de las grandes ciudades nos aleja de la humanidad que he visto estos días en marruecos, y sinceramente me he llevado una grata sorpresa, no solo de su país y de sus paisajes, sino sobre todo de su gente, haciendo incluso amistad en pocos días con quien fue nuestro guía del desierto… El “hombre libre” Said.
Si estas aburrido de la monotonía y quieres algo nuevo, barato y mágico sin dudas tu próximo boleto de avión tiene que ser rumbo a marruecos, viajando con la mente abierta, o como dice un grande… con menos cabeza y más corazón.
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