Verdadera paz…

 

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«Al atardecer, un poco antes del ocaso, una dulce luz dorada se derrama por el valle. La vida se recoge despacio y se escucha el profundo silencio del campo.

Lentamente, todo va desapareciendo; los pájaros, los insectos, los pequeños animales salvajes. Las nubes se disuelven y el viento cesa, cayendo a la tierra por su propio peso. El espíritu de la luz se sostiene, nutriéndose aún de la actividad del día.

Las inquietudes y los anhelos se disipan y de lo más profundo emerge la soledad, en su sentido más primitivo y verdadero.

La soledad natural no es producto de la pérdida, ni consecuencia del aislamiento. Es la soledad en la que nacemos y morimos y que, en este preciso momento, se revela como la soledad en que vivimos.

Esta soledad no entristece, ni produce melancolía. No añora tiempos pasados, ni sueña con los futuros. No es una soledad de vacío.

Desde esta soledad se puede dar sin temor a perder, porque no sabe de posesiones. No se puede perder lo que uno ya es. Desde esta soledad se puede recibir sin esperar más, porque no hay un vacío que llenar. No cabe más en lo que ya está completo.

No hay nada que mostrar ni ocultar. Todo resulta evidente. Es la soledad del ser repleto de vida y existencia y por la cual, nunca volverás a sentirte solo.»

Laura Tolbaños Roche

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No todos los que deambulan están perdidos… Algunos por el contrario están encontrándose a si mismos…

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